martes, 30 de septiembre de 2008

Una vida destrozada

Volvía a casa andando, fijándome en un mendigo en medio de la calle, pidiendo limosna, como todos los días. Sus ropas estaban raídas a más no poder, apenas tenía carne en los brazos, estaba totalmente desnutrido y su piel se mostraba muy sucia. Miraba a los que pasábamos semi-cegado por las cataratas que acosaban sus ojos, mientras continuaba en su triste labor de pedir limosna. Destrozado por la pena que sentía por aquel pobre mendigo, le dejé una cuantiosa limosna (por lo menos en comparación con la normal) y continué mi camino hacia casa.

Ahora que ya he llegado, siento que el mendigo me ha inspirado para escribir un nuevo relato:


Observo el campo a mi alrededor, donde el viento esparce las hojas caídas de los árboles. El viento, el mismo viento que arrastra estos trozos de mi vida, de mi corazón, de mi alma. Apesadumbrado, miro al cielo, observando tornarse grises las nubes y su llanto descargar sobre estos campos. Llanto, el mismo llanto que cae sobre mi herida, intentando cicatrizarla, pero sólo consiguiendo aumentar el dolor.


Al fondo, veo a aquel hombre desesperado; el viento y la lluvia arrasaron su cosecha, arrasaron su vida. Continúa lloviendo, y el viento azota cada vez con más intensidad, mientras el hombre intenta salvar a sus pobres plantas. Y llora, imitando al cielo, observándolas morir una a una.

Destrozado, levanto la vista del espejo y la dirijo a mi cosecha arrasada. Mis plantas, mis pobres plantas, que sucumbieron ante la lluvia y el viento.

La tormenta llega, y las gentes de la ciudad respiran tranquilas, pues ven que está lejos de ellos, en medio del campo.

Que tire sus rayos sobre mis pobres plantas destrozadas, sobre mí. Qué más les da a las gentes de la ciudad. A ellos no les llega, y eso basta.

Sólo es uno más.


Terminé el relato emocionado y lo guardé con los demás. Mañana volvería a pasar por la misma, calle, viendo al mismo mendigo, con las mismas ropas, las mismas condiciones, diciendo las mismas cosas. Y sentiría la misma pena.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Poemas 3

Estoy sentado en un sillón, en mi consulta, mientras aún recuerdo a mi querida paciente, ya que la cita con mi ultimo paciente me ha resultado algo aburrida. Pienso en ella, mientras espero que todo le vaya bien.

Mientras sigo pensando en ella, me siento inspirado, así que cojo boli y papel y empiezo a escribir:


Amor

Lloro lágrimas de amor,
sentado en la cama,
echando en falta mi corazón,
mi alma, una razón para existir.
Me siento solo, solo
como aquel pájaro al viento
en medio de un océano helado.
Y vacío, como una botella que,
ya usada, se abandona en cualquier lado.
Lloro estos versos
y mis lágrimas se funden con la tinta
creando un río de palabras de amor sin sentido.
Qué más da que se pierda lo escrito,
ella se fue y lo demás no importa.
Que la vida acabe,
el mundo desaparezca
y no haya nada,
yo seguiré llorando.
Puede que estas lágrimas
sean las últimas que hablen de ella,
puede que continúe llorando hasta mi muerte...
y puede ser que ambas cosas sean lo mismo.


Cuando me muera

Cuando me muera,
lloraré por no poder llorar,
reiré por no poder reír.
Sentiré que no siento nada,
que me dan igual aquellos a los que quería,
que me doy igual yo mismo.

Cuando me muera,
gritaré en el silencio de la soledad,
viviré en un mundo de inexistencia,
viajaré por el vacío y llegaré a ninguna parte.

Cuando me muera,
sabré mi propio futuro, es decir, nada;
veré mi esquela en un periódico que no llegaré a leer.
Me contaré chistes sin voz
en mi mente desaparecida
y reirá mi boca, ya perdida.

Cuando me muera,
hablaré conmigo mismo
en un diálogo en el que no diré nada.
Amaré el vacío,
pues no habrá otra cosa en la que depositar mis inexistentes sentimientos.
Sabré que no sé nada.

Cuando me muera,
navegaré perdido por este océano oscuro,
sangrará mi inexistente corazón,
haré infinitas cosas
y no haré nada, no seré nada.


Solo

Solo, en esta ciudad desierta,
sin nadie que me acompañe,
ni una mísera ráfaga de viento.
Ando por estas calles solitarias,
me paro y espero mientras observo
mi alrededor en busca de alguien.
Pero por mucho que ande,
que espere o que observe,
estoy solo, perdido en mí mismo,
en esta ciudad desierta.
En el cielo no hay nubes,
ni tampoco está estrellado,
una inmensa negrura
se alza sobre mí,
haciéndome sentir minúsculo y sin valor.
Creo que me estoy volviendo loco,
hace días que no hablo,
quizá ya no sepa;
me limito a andar, esperar, observar...
intentando perderme a mí mismo,
ya que no encuentro a nadie más.

Navego

Navego en un barco,
sobre el río de mis lágrimas,
un río de recuerdos y sentimientos,
un río por el que mi velero,
descontrolado, navega perdido.
Y así, sin rumbo ni brújula, ya perdido el norte,
llegaré a perderme hasta a mí mismo,
ahogado en mis propias lágrimas,
perdido en mi propio río,
en este infinito vacío.

Le di los últimos retoques y, contento por el resultado, guardé los poemas y salí camino a casa.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Groucho Marx

Estoy en casa leyendo citas célebres de distintos autores antes de ir a la consulta, ya superado (por lo menos en la maoyr parte) el dilema amoroso, cuando de repente se me aparece una de Groucho Marx (de cuyo genial humor yo ya tenía noticia) y no puedo sino leerme todas sus frases:


La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.


Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…

Lo malo del amor es que muchos lo confunden con la gastritis y, cuando se han curado de la indisposición, se encuentran con que se han casado.

¡Hay tantas cosas en la vida más importantes que el dinero! ¡Pero cuestan tanto!.

Fuera del perro, un libro es probablemente el mejor amigo del hombre, y dentro del perro probablemente está demasiado oscuro para leer.

Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro.

Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien.

El secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, si puedes simular eso, lo has conseguido.

Nunca olvido una cara pero con la suya voy a hacer una excepción.

Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros.

Es usted la mujer más bella que he visto en mi vida, lo cual no dice mucho en su favor.

Inteligencia militar son dos términos contradictorios.

Todavía no sé qué me vas a preguntar, pero me opongo.

Hace tiempo conviví casi dos años con una mujer hasta descubrir que sus gustos eran exactamente como los míos: los dos estábamos locos por las chicas.

He tenido una noche absolutamente maravillosa. Pero no ha sido ésta.

El matrimonio es la principal causa de divorcio.

¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?

Cualquiera que diga que puede ver a través de las mujeres se está perdiendo un montón de cosas.

Debo confesar que nací a una edad muy temprana.

¿Servicio de habitaciones? Mándenme una habitación más grande.

La humanidad, partiendo de la nada y con su sólo esfuerzo, ha llegado a alcanzar las más altas cotas de miseria.

¿Que por qué estaba yo con esa mujer? Porque me recuerda a ti. De hecho, me recuerda a ti más que tú.

Humor es posiblemente una palabra; la uso constantemente. Estoy loco por ella y algún día averiguaré su significado.

No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo.

Desde el momento en que cogí su libro me caí al suelo rodando de risa. Algún día espero leerlo.

Citadme diciendo que me han citado mal.

Cuando muera quiero que me incineren y que el diez por ciento de mis cenizas sean vertidas sobre mi empresario.

¿Pagar la cuenta? ¡Qué costumbre tan absurda!

¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?

He disfrutado mucho con esta obra de teatro, especialmente en el descanso.

Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo.


Por último, y para concluir la faena, su epitafio (la nota en su tumba):

Perdonen que no me levante.


"Este hombre es un genio", pensé mientras reía.

Después de esto, tras haber pasado un rato muy agradable y divertido con este hombre de humor fabuloso, salí hacia la consulta, pues me esperaba un nuevo día de trabajo, con un nuevo paciente.

viernes, 5 de septiembre de 2008

Ella

Acudió a mi consulta un día, otro día y al siguiente. Así consecutivamente hasta hoy. La veo irse por la puerta, intento reprimir las lágrimas hasta después de que salga. Me acaba de decir que ya no volverá o no cree que vuelva, pues ya da por finalizada su asistencia a la consulta, se va a otro país. Durante estos días, este mes, la había tenido aquí todas las semanas, pudiendo disfrutar de su agradable presencia día tras día mientras yo, encantado, la ayudaba a sobrellevar sus problemas. Sin embargo, ya está, ya no volverá más, y ahora siento no haberle dicho que me había enamorado de ella, en vez de una simple despedida de "ha sido un placer ayudarte, quizá algún día nos volvamos a ver".
Ya se fue y me quedo sentado en el sillón, con la mirada baja, mirando sin ver al suelo, mientras las primeras lágrimas caen por mis mejillas. Lentamente, me levanto y empiezo a buscar. Buscó algo muy especial, un poema, un gran poema de amor, del gran Pablo Neruda. Sé que me hará llorar más, pero no me importa, sólo quiero volverlo a leer y sentirme identificado con sus versos:

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos."
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como esta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche esta estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque este sea el ultimo dolor que ella me causa,
y estos sean los últimos versos que yo le escribo.



Las lágrimas empezaron a caer a raudales por mis mejillas y yo, sin más, me llevé las manos a la cabeza y me dediqué a llorar en silencio.

Pasado un buen rato, me levanté y salí para casa. El día era frío y lluvioso, parecía que el tiempo quería acompañarme en el sentimiento.

Llegué a casa, me tumbé en la cama y cerré los ojos. Estuve un rato así meditando hasta que sentí ganas de escribir yo también mi propio poema. Sé que en comparación con el de Neruda iba a resultar insignificante, pero qué le iba a hacer, y necesitaba desahogarme. Así pues, cogí papel, bolígrafo y me dispuse a escribir:

Estoy sentado en la cama,
las lágrimas resbalan por mis mejillas
mientras miro por la ventana
caer la lluvia en la calle.
Se me aparece tu imagen
y ahora comprendo que no es cierto
el refrán de "Nunca es demasiado tarde".
Mientras miro la cama,
caen lágrimas en la calle,
estoy sentado en la ventana
y la lluvia resbala por mis mejillas.
Una ráfaga de viento cruza la estancia,
mi cuerpo cae al vacío,
infinito para mi mente;
pero no importa,
dejé de hacer demasiadas cosas...
simplemente, no te dije "te quiero".

Vuelvo a romper a llorar, esta vez con más intensidad aún si puede ser y me tiro a la cama, con la cabeza contra la almohada. Al cabo de un rato, y con la almohada mojada de mis lágrimas, me levanto y, siguiendo mi propia doctrina, me dispongo a aceptar que se va, que posiblemente no la volveré a ver más, que quizá nunca sea mía. Daría lo que fuera por tenerla aquí a mi lado, tenerla por siempre, por un tiempo infinito inacabable, besarla, tocarla, tener sus suaves rizos castaños entre mis manos, tenerla, que ella me amara en un grado tan inmenso como la amo yo. Durante siglos y siglos.

Pero he de ser realista, nunca la tendré a mi lado, ni su cabello en mis manos, ni sus suaves curvas, nunca tendré su boca contra la mía, nunca me dirá un "te quiero", simplemente porque no estará aquí y no será lo que sienta. Y esto, duele, oh, sí que duele.

Miro aquel parque allá a lo lejos. No ha nadie. Miro la calle. Tampoco. El normalmente bullicioso bar, tampoco. Me siento terriblemente solo, como si el mundo acabara aquí, por el simple hecho de no tenerla a mi lado. Sí es así, que el mundo acabe ya, por favor, no quiero soportar este tormento más.

Me quedó un rato así, sin hacer nada, sin pensar nada, dejando vagar mi mente por la nada. Salgo de mi ensoñación y me fijo que sí que hay gente en el parque, sí que hay gente en la calle, sí que hay gente en el bar. Qué estúpido he sido, que me propuse ver con los ojos cerrados. En el parque vi un brote tierno de una semilla que acaba de germinar.


(Nota del autor: para evitar confusiones, por si acaso, aclaro, el primer poema, como ha dicho Mario, el personaje, el psicólogo, es de Pablo Neruda, un gran poema sin duda alguna, quizá sea el mejor poema de amor. El segundo sí que es mío. Para veces posteriores, todo lo que dice el personaje que escribe él, lo escribo yo, y, por supuesto, si dice que algo lo escribe alguien, ese aluien es el que lo ha escrito en la realidad)

lunes, 1 de septiembre de 2008

¿Único?

Estaba tirado en la cama, demasiado aburrido como para levantarme, dejando vagar mi mente por el mundo de los pensamientos cuando me vino a la cabeza una idea. Me incorporé lentamente y me puse a pensar sobre ello. Siempre había dado por supuesto que todas las personas eran como yo (no de aspecto físico sino más bien en lo psicológico, es decir: podían pensar, tomar decisiones...), pero estas reflexiones me llevaron a pensar que yo podría ser único. Lo que me llevo a pensar esto es que puede que los demás simplemente estén programados, es decir, no tengan capacidad de elección ni piensen como yo. Porque, podía estar todo programado sin ningún problema. Quizá si algún científico había realizado un descubrimiento era porque algo lo había "marcado" así, o simplemente había nacido "marcado" de esa forma. No era una perspectiva atractiva precisamente, y pensar que todo podía ser así me hacía sentirme solo, terriblemente solo.

Al pasar por un kiosco vi al dependiente que le vendía el periódico a un anciano señor y me pregunté si de verdad aquel señor había tenido la voluntad propia de ir a comprar el periódico o estaría grabado en su ser.

Seguí reflexionando y me di cuenta de una cosa, mientras mi miedo aumentaba por momentos, también podía ser que yo estuviera planificado. Puede ser que cada pensamiento, cada sentimiento, cada idea, estuviera "marcada" en mí ser. Si es así, esto que estoy pensando no he llegado a ello porque sea especialmente listo o loco, sino porque estaba predestinado a ello. Porque, si no, ¿cómo es que me podía relacionar con los demás y que ellos supieran actuar en función de lo que yo les decía?

Tras darle más y más vueltas, pensé incluso en que todo pueda ser en una disposición de la imaginación, que todo esto que siento (tanto por los sentidos como los sentimientos) fuera una invención de mi imaginación que, mientras mi mente permanecía dormida, había expuesto en ella a fin de no aburrirse.

Seguí pensando y pensando y cada vez se me ocurrían otras perspectivas. ¿Y si los religiosos tenían parte de razón, y después de esto había otra vida, esto eran imaginaciones mías y después vendría la vida? ¿Y si simplemente yo fuera un ente compuesto simplemente por imaginación, una imaginación que me hacía "vivir" todos estos momentos.

Me sobresalté al oír un ruido, había olvidado que estaba sentado en la cama. Me orienté rápidamente y detecté la procedencia del ruido: el móvil. Me incorporé algo mareado y miré quién llamaba. Mi novia. Entonces pensé: <<¿Qué más da cuál sea la realidad? Nunca lo sabré, pues hay posibilidades ilimitadas y es imposble demostrar que sólo hay una. Así, aquí, en esto, sea lo que sea, yo soy feliz y eso es lo que importa>>. Así pues, con una sonrisa en la boca y ánimos renovados, respondí a la llamada.



Ahora, en mis últimos días de vacaciones, mientras disfruto de un tranquilo y fresco hotel en Finlandia, se me ocurrió este cuento, tumbado en la cama, algo aburrido, simplemente descansando en mis últimos días de tranquilidad. Los mismos pensamientos que al personaje habían pasado por mi mente, y había llegado a la misma conclusión.

El móvil sonó, me llamaba mi mejor amigo.