jueves, 1 de octubre de 2009

Poemas 13


Cementerio de sueños

¿A dónde van a morir los sueños?
Vagabundos de su propia memoria (el olvido),
deambulan por las calles de una eterna necrópolis desierta.
Buscan su tumba, dejando un rastro de huellas perdidas
que arranca llantos en las piedras del camino polvoriento.

Ya no hay lápices de colores que pinten
un bonito horizonte luminoso. Tampoco
una red de plástico que atrape las penas.
Ni tan siquiera falsos muñequitos de cartón en mi mente
que me susurren que todo irá bien.

Todos los sueños, hasta los más perfectos,
sólo son ventanitas de cristal
por las que observas, apoyado, la luz celestial del día.
Pero un día la ventana se rompe,
explota en mil pedazos de cristal
y caes por ese oscuro hueco que deja.

Ya no ves el sol, sólo oscuridad,
oscuridad en tu caída al vacío.
Y vas perdiendo el cuerpo, la mente,
todo aquello que un día lo fue todo
y ya sólo es polvo, cenizas...
nada.



Demasiado tarde

Todo acabó. Ahora es verdad
lo que un día sólo fue mentira.
Y las nubes se alejan con el viento.
Se van lo árboles, la hierba y las flores.
Puebla un horizonte oscuro el cielo inmenso.
No me hace falta levantar todas las piedras del camino
para saber que debajo de cada una hay una lágrima mía.

Nadie se salva de la tristeza.
Ni de creer perfecto lo que no es
y darse cuenta ya demasiado tarde.
Demasiado tarde para comprender que la única diferencia
entre un amanecer y el siguiente
es el inútil número que cambia en el calendario.
Demasiado tarde. Demasiado tarde
para dejar de caminar solos, abandonados desnudos al frío.

Pronto (no digo hoy pero quizá sí mañana),
se borrarán de la tierra nuestras huellas
y ya nadie nos dedicará
un pequeño recuerdo en su mente.
Es demasiado tarde ya para pensar.
Todos estamos muertos.

Allá donde moran los sueños...



Allá donde moran los sueños,
quiero depositar mi vela de papel;
prenderle fuego y dejar que arda
hasta que el viento se lleve sus cenizas...

Poemas 12



Mariposa atada

La brisa del patio mecía
los pequeños árboles verdes.
En un rincón,
una mariposa azul sacudía tintineante
las cadenas que frenaban su vuelo.


Sin título IX

Para ver que todo se acaba
sólo hace falta acariciar el aire,
en la mañana,
más frío y ausente que nunca.


¿Quién no quisiera?

¿Quién no quisiera devolver la ardiente luz de antaño
a los tristes días de hoy?
Volver a sentir mi mano estrechando la tuya,
y suspirar, de nuevo, juntos.

¿Quién no quisiera olvidar para siempre
el negro placer del llano?
Y recordar cómo se sonreía,
cada mañana, a la salida del sol.

¿Quién no quisiera, como entonces,
volar hacia un horizonte de esperanzas abiertas?
Los pájaros se apartaban de nuestro vuelo
y, maravillados, se perdían observándonos.

¿Quién no quisiera poder amar por siempre
y sentirse tan próximo a Ella
que en tu felicidad hicieras caer,
desde el cielo, confetis en forma de rosas?

¿Quién no quisiera
no caer en el olvido?


Sin título X

Volverán alguna vez los tristes días de antaño,
más tristes aún,
a poblar, melancólicos, nuestros sueños.


Llamada desesperada

Necesito un abrazo. Un leve vestigio
de que ella sigue ahí
y no la he perdido entre mis brazos.
Los rayos de sol hieren más
que cualquier arma que invente un ser humano
si los observas sin ojos en la mañana desierta.
A la noche, las estrellas van empequeñeciendo poco a poco
como si fueran delicadas mariposas doradas
que se alejan de flor en flor hacia el olvido.
Donde hubo un día tierra firme y verde,
ahora hay un mar tormentoso e inestable
cuyas lágrimas lo desbordan todo.
Sueños rotos (amagos de sueños),
demasiado cansados para caminar hasta su tumba
se desperdigan en una orilla de gris ceniza.