martes, 21 de abril de 2015

Si tú me dirigieras la palabra

Si tú me dirigieras apenas la palabra
Si tú con tus labios pálidos
Me dirigieras apenas la palabra

Pero callas
Tu silencio desgarra la noche
Bajo la luz tenue de mi guitarra

Tu recuerdo se evapora
Entre las teclas con que me escribes
Lentamente asciende tu cálida respiración dormida

Qué despiadado el tiempo
Y la pantalla del ordenador
Que resume mi deseo en kilobytes

Cómo decirte cómo gritar
Cuando estás tan lejos en el espacio y el tiempo
Y la letra de mayúsculas no funciona

Y yo quiero gritar
Pero no gritan las mayúsculas
Gritaría mi aliento junto a tu respiración dormida
En otro lugar tal vez

Se ha hecho de día
Veo a través de las estanterías de la biblioteca
Veo los árboles aún desnudos como tus palabras
Ramificándose en distintos significados de palabras tales
Como beso necesitar poema amor
Detrás el cielo pálido como tus labios

martes, 7 de abril de 2015

El ciempiés VI - La chica pintada en la caja de cereales

Fue aquel día en que desayuné, cuando el ciempiés aún estaba aquí, y me paré a observar la caja de cereales corn flakes, estaban pintados los rostros y los hombros de varias personas entre ellas una chica Carmen (ponía debajo) de cabello lacio y oscuro, sonrisa poderosa y pensé que era guapa. Es difícil tratar de explicar el resto mientras Carmen se disuelve lentamente en mi pecho.

La primera imagen. Llegamos a su casa. Comenzamos a desvelarnos, a friccionar y a buscar ciertos paisajes. Entonces mis olas baten su arena, mi luz penetra su ventana y las sábanas revolotean alrededor nuestro como palomas blancas de otra guerra, y en ese preciso instante tumban la puerta los policías al grito de "¡En el nombre de la ley!".

-La ley nunca ha respetado el amor - le susurré al oído desnudo.

Antes de eso habían pasado muchas cosas y han pasado aún más hasta que Carmen se disuelva ahora en mi pecho y pasarán quizás más cuando se separe como el tacto de un cuchillo frío. Ahora ya el futuro se plantea rojo y sin esquinas, demasiado recto, como siempre lo quisimos.

Pero hubo un tiempo en que no fue así, cuando su imagen comenzó a crecer en torno a mi cráneo como una hiedra y no podía dejar de pensar en ella, cuando comencé a buscarla y sólo sabía su nombre Carmen y su rostro pintado en la caja de cereales y desconocía toda España, un millón chicas de su edad. Tampoco fue así cuando nos conocimos y no me creía haber recorrido durante días todas las calles de Madrid y de Barcelona y de al-fin-encontrarte Valencia, gritando su nombre Carmen, enseñando su imagen el recorte de la caja de cereales a los transeúntes, como un loco.

Fue en la noche de al-fin-encontrarte Valencia y aquella chica amable de rizos castaños Olatz que me dijo dónde encontrar a Carmen, cuando aún no sabía que la perseguía el nombre de la ley. Explicar por qué la perseguía el nombre de la ley daría lugar a otro relato y está fuera de lugar, aunque en realidad nunca me lo explicó ni tampoco lo pedí. No es tan raro al fin y al cabo que a alguien le persiga un nombre como una sombra, no ya unos meses sino durante años, y a ella le perseguía el nombre de la ley, a mí su nombre Carmen, hay otros quizás a quienes les perseguirá el nombre de una ciudad o el de una película. En todo caso nunca me lo explicó ni yo se lo expliqué a ella, sólo fuimos de casa en casa, de lecho en lecho, amantes ambulantes.

Ojalá el verano siempre

Es el sol deshaciéndose en reflejos
en la pulida superficie del mar,
marcando las horas con sus agujas
brillantes y doradas en el fondo de espuma.

Es el verano que sueño, que recuerdo,
chorreando sudor y alegría,
la luz
y las noches de juventud.

Ojalá el verano siempre,
el sol siempre
brillando en nuestros rostros.

viernes, 27 de marzo de 2015

El ciempiés V - Confesión

  El ciempiés y yo ya éramos buenos amigos, así que un día me confesó por qué lo hacía. Lo de obligarme a escribir.

Todo empieza en su infancia como si esto fuera un cuento. A los ciempiés se les prohíbe soñar desde que nacen, los ciempiés son terriblemente pragmáticos, piensan que soñar es vano. Puesto que la perfección no existe en el mundo dicen soñar es vano porque siempre se aspira a perfecciones inexistentes inalcanzables. Cualquiera que conociera al ciempiés puede dar testimonio de que esta idea estaba profundamente arraigada en él, percutida salvajemente en su mente, con todas sus reverberaciones.

(Durante todo el tiempo que conviví con él no le revelé la verdad. Posiblemente el ciempiés nunca llegara a comprender que el hecho de no soñar en verdad confundía la realidad y los sueños.)

Me enseñó después un artículo científico en el que se describían minuciosamente unos estudios sobre una especie animal de alguna esquina perdida y olvidada del mundo y digo esta especie animal sólo vivía de sueños sus propios sueños, vivir como verbo literal alimentarse, los científicos habían concluido que la energía la obtenían de alguna forma de los sueños. 

Me explicó como no pueden soñar los ciempiés tienen que buscarse oficios que los satisfagan a medias y para los que no se requieran grandes aspiraciones, los ciempiés son pragmáticos. Por eso él se había inspirado en el artículo y había decidido dedicarse a vivir de los sueños de otros, vivir como verbo literal alimentarse, se alimentaba de los sueños de otros. Había hecho falta mucha práctica pero finalmente había llegado a vivir sólo de los sueños de otros, a alimentarse sólo de los sueños de otros decía y yo lo creí porque jamás en todo este tiempo le había visto ingerir o beber bocado o trago alguno.

Así que era eso. Cada letra de tinta que salía de mi prosa la bebía con la sed de un nómada del desierto.
Oh noche negra
Instante desquiciado
Delirio y juventud

Cuántas veces amaremos y reamaremos
En las noches defectuosas

jueves, 12 de marzo de 2015

El balcón de tus ojos

Me he asomado al balcón de tus ojos,
que es el precipicio de un recuerdo.
Ciegos días han pasado
desde que nos tuviéramos en brazos
como si fuéramos niños.

Hoy mi habitación huele a ti,
al recuerdo de ti,
está pintada tu luna en la pared,
un perfume en esta noche sin rostro,
no más que el tuyo.

Ven y árdeme
por dentro.
Sigue quemándome con tus brazos,
arrópame el corazón entre tus pechos.

Voy a besarte
tus labios rojos como puños,
hoy soy un extranjero de tus noches.
Apaga la luz,
la oscuridad gime.

Nanorrelatos

III

Entre lágrimas, Sofía le dijo a su madre que no había forma humana de cumplir sus sueños. Entonces se convirtió en una extraterrestre. Y logró sus sueños, pero nadie más volvió a mirarla a la cara, bicho raro.


IV

Me lié a tiros con el mar. No quería irse, no había forma de quedarnos solos.

Baile de máscaras

Algunos lloran hacia el mar,
otros hacia tus ojos.

Pero no he venido a hablar del mar.
Fueron otros tiempos cuando hablaba de grandes amores
bajo las estrellas de un mar infinito,
en los parques del otoño.

Ahora son máscaras.
He venido a hablar de este baile de máscaras
más baratas al mejor fingidor
el alcohol.

Ahora sólo puedo hablar de calles
y hormigón mojado.
¿Dónde rompen las rocas
y les arrancan el alma
para construir estos edificios vacíos?

Han tapado el mar,
en otro tiempo hablaría del mar.
Hoy son máscaras.

Y he perdido quizá la intención del poema
el nombre de quién.
Pero hazme el favor,
quítate esa máscara,
te quiero completamente desnuda.

sábado, 28 de febrero de 2015

El ciempiés IV - El reloj electrónico de la casa de mis abuelos

Vosotros tenéis relojes, nosotros el tiempo. (Proverbio africano)


El ciempiés y yo ya somos buenos amigos así que hoy ha venido con nosotros a visitar a mi familia de Salamanca, en el coche ha tenido que agacharse un poco pero al final no ha sido mucho problema y hemos llegado a casa de mis abuelos. De la casa lo que más le ha llamado la atención es el reloj electrónico de la cocina. Antes de seguir relatando la historia he de introducir primeramente una descripción del reloj electrónico ya que de otra forma no se entenderían los inusuales acontecimientos que han sucedido.

El reloj electrónico de la cocina de la casa de mis abuelos nunca ha dado la hora. No la hora correcta quiero decir o al menos la que hasta ayer podría haber sido la hora correcta. Pero no entro aún en la historia. Nunca ha habido ningún problema con que el reloj electrónico de la cocina no diera la hora porque en la pared de enfrente hay un reloj analógico tradicional puntual. Pero tampoco podemos decir que el reloj electrónico fuera un elemento de decoración, su cuadrada negrura con números rojos y cuadrados separados por dos puntos intermitentes cuadrados y rojos no agradan particularmente a la vista así que resulta inquietante que nadie haya reparado nunca en el reloj electrónico de la cocina de la casa de mis abuelos (que no encaja en el amueblado anciano que lo rodea) y lo haya colocado en un lugar más apropiado o al menos haya ajustado la hora. El reloj ha estado siempre ahí, tictaqueando sus propios segundos, recorriendo sus propios días.

Pero parece que esta vez el reloj electrónico de la cocina de la casa de mis abuelos no sólo tictaqueaba desfasado sino también a distinto ritmo. Es natural que mis abuelos no se percataran al fin y al cabo nadie se da cuenta de las cosas cuando suceden a un ritmo suficientemente lento como el crecimiento del cabello o de las uñas o el paso o no paso del tiempo. Pero mis tíos habían estado hace pocos días y también nosotros pasamos por alto la deriva senil del reloj sólo el ciempiés (quizá por nuevo) se dio cuenta y me lo dijo.

- Siempre ha ido mal - el argumento podrá resultaros hilarante pero en cualquier caso es común decirlo de las cosas que van mal.

El ciempiés señaló quizá acertadamente que era una obra de arte.

Al día siguiente me levanté. Me sorprendió que todo estaba aún oscuro y cuando salí al pasillo vi a mi abuela andando perfectamente hacia atrás como cuando se rebobinan las películas me saludó:

-Ranec sereiuq is euq ogid.

-¿Qué?

-¿Ranec sereiuq?

Asentí levemente como se asiente cuando no se comprende y seguí a mi abuela caminando perfectamente hacia atrás por el pasillo. Me froté los ojos y entré en la cocina donde estaban mis padres recogiendo la comida de los platos hasta que quedaron completamente limpios sin necesidad de lavarlos, guardaron los platos y siguieron a mi abuela todos caminando perfectamente hacia atrás por el pasillo.

-Oiram, odnarepse somabátse et.

Me giré, me di cuenta de que estaba el ciempiés por su risita mojada de insecto mientras señalaba el reloj electrónico. Parpadeé intentando despertar en aquel caos indescifrable me giré de nuevo hacia el ciempiés con una pregunta sintiendo ya el vértigo de los labios y volvió a hacer un gesto en dirección al reloj electrónico: acababa de pasar un minuto hacia atrás.

Cuando salimos a la calle para comprobar que era un fenómeno global ya había desanochecido y el sol salía por el oeste. La gente en la calle también caminaba perfectamente hacia atrás y cuando paré a un señor para preguntarle la hora me miró con el ceño fruncido, dijo algo al revés que no pude descifrar y siguió caminando hacia atrás con el semblante ya más relajado. No sé cómo me verían ellos (digo el resto esos locos que viven acordes al reloj) pero cuando desamaneció al amparo de la noche aquella pandilla de gamberros me dio una tremenda paliza y cuando recuperé la consciencia entre dolores el ciempiés me dijo que ya no todo iba hacia atrás sino que iba hacia atrás un rato o unas horas y después hacia adelante un rato o unas horas y así el sol se ponía y se quitaba casi a su antojo, siempre en un tango opuesto a la luna.

domingo, 22 de febrero de 2015

El ciempiés III - La casa en cuesta

Siempre había agradecido secretamente a mis padres por vivir en una casa en una calle en cuesta porque en caso de inundación el agua correría hacia abajo pero nunca hubiera imaginado que un día la casa se pondría en cuesta también.

Nota del autor: Antes de nada concretar que el ciempiés sigue acompañándome no se va, aunque ya no me obliga a escribir pero sigo con el mono en el hombro y ya uno se acostumbra y el ciempiés aplaude sonoramente con todas sus ciempatas.

Quiero decir que desperté aquel día después de aquella noche que ya he relatado y la casa se levantó con el suelo torcido, había un desnivel entre mi cuarto y la cocina, mi cuarto abajo la cocina arriba. El primer día lo solventamos sin demasiadas dificultades con voluntad y turnos de ir a la cocina que se convertiría en el lugar de las provisiones. Pero al segundo día hallamos el problema añadido de que también las escaleras de bajada a la calle estaban extrañamente en desnivel hacia arriba, y sólo pudimos concluir un viaje al supermercado y subir escaleras arriba que también estaban en desnivel hacia arriba así que subirlas con unas pocas chocolatinas, algo de carne y cuatro patatas fue toda una odisea de extenuación hasta el agotamiento.

Algún día nos quedamos a dormir en la cocina, pero era demasiado fría, así que volvimos al cuarto y cada vez las visitas a la cocina se hacían menos frecuentes, porque costaba esfuerzo y teníamos que administrar las provisiones y como las visitas se hacían menos frecuentes cada vez comíamos menos y costaba más esfuerzo y las visitas se hacían menos frecuentes hasta que hoy ya hace varios días que no comemos. El agua es más fácil, está el grifo del baño nada más salir del cuarto pero la cocina es un infierno y hace varios días que no comemos.

Al borde de la desesperación, depositamos nuestra última esperanza en las matemáticas. Por eso que dicen de que todo se resuelve con matemáticas. Yo no lo sé y el ciempiés menos que es de letras, pero sin duda esta geometría en la que estábamos recluidos, esclavizados, aprisionados tenía que tener alguna solución lógica, quizá alguna aplicación biyectiva nos salvaría la vida.