Ríen, acompañadas por las bromas tristes
que apenas iluminan otra fría mañana.
Podrán ver los demás niños
desde las pequeñas ventanas de sus casitas
su amargo e inocente vuelo sobre el mar celeste.
Alzarán las manos
(esas rosadas manitas tiernas)
como queriendo alcanzarlas
y sus puños se cerrarán sobre el aire.
¡Aire!, gritará el vacío,
¡Nada más, aire!
Aire de amapola.
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