Reclamo el beso que me corresponde
por haberte mirado a los ojos
todas y cada una de las mañanas del año.
Reclamo el beso que me corresponde
por haber observado tus pasos
todas y cada una de las tardes del año.
Reclamo el beso que me corresponde
por haberte imaginado en sueños
todas y cada una de las noches del año.
Las estrellas son testigos.
Ellas me escucharon hablar de ti
con los ojos brillantes, sentado en el tejado
o quizá en aquel banco donde te apoyabas
(todas y cada una de las mañanas del año)
mientras yo esperaba oculto a tener valor para decirte
(muy cerca, casi en los labios):
"Reclamo el beso que me corresponde
por haberme enamorado
todos y cada uno de los instantes del año."