No hace falta amordazar el aire para sentir que algo se escapa,
que algo se eleva, se escurre y se aleja
en el horizonte lejano y aún apenas anaranjado.
Otro día escribiré versos sinceros que lleven
palabras dulces, versos de nata.
Pero hoy tengo la mirada oculta tras esa rejilla de lágrimas
donde a menudo nos escondemos
y no puedo dejar de pensar en las mañanas tristes que llegan,
las mañanas grises, cuadradas de números y tristes,
sin la presencia de aquéllos que marchan lejos
(siquiera de los que marchan cerca),
sin bromas, sin choques de palmas aleteantes
por los que sonreír a la lluvia.
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