Bailé con su mentira
entre el alcohol de la noche y las estrellas,
escuché su locura en una mirada
y comí hasta hartarme
de un plato en el que servían su risa.
Y ahora caigo a la calle,
mendigo de una ilusión,
aspirante de un sueño imposible,
con la impotencia de una mota de polvo.
No bebí lágrimas ni lloré sonrisas
tampoco.
No hizo falta: mis labios estaban secos,
presos de una ausencia de otros labios.
Aún no he conseguido olvidar, es cierto,
aquella noche que pisoteé las flores
de aquella calle
sin darme cuenta,
sin percatarme apenas
de que mis pasos me llevaban por un camino
donde muchas cosas quedaban atrás,
muchas.
entre el alcohol de la noche y las estrellas,
escuché su locura en una mirada
y comí hasta hartarme
de un plato en el que servían su risa.
Y ahora caigo a la calle,
mendigo de una ilusión,
aspirante de un sueño imposible,
con la impotencia de una mota de polvo.
No bebí lágrimas ni lloré sonrisas
tampoco.
No hizo falta: mis labios estaban secos,
presos de una ausencia de otros labios.
Aún no he conseguido olvidar, es cierto,
aquella noche que pisoteé las flores
de aquella calle
sin darme cuenta,
sin percatarme apenas
de que mis pasos me llevaban por un camino
donde muchas cosas quedaban atrás,
muchas.
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