Pasé la vida
contando flores, observándolas de lejos,
sin atreverme a tocarlas,
no fuera que mis manos trajeran su podredumbre.
Quemé mis labios
en la hoguera de un silencio
y jamás pude volver a besar.
Escondí mis ojos y mi mirada
en una arista sin luz.
contando flores, observándolas de lejos,
sin atreverme a tocarlas,
no fuera que mis manos trajeran su podredumbre.
Quemé mis labios
en la hoguera de un silencio
y jamás pude volver a besar.
Escondí mis ojos y mi mirada
en una arista sin luz.
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