Soy yo el culpable
de haberme enamorado de tus ojos,
de haber escrito tantas veces tu nombre
en silencio y en el aire.
Que sí, que sí...
Que soy yo el culpable de haberme emborrachado con tu pelo,
de las noches de besos en invierno
y de las risas
y del mar allá a lo lejos.
Que soy yo, si tu olvido duele,
si nunca dimos con la palabra adecuada,
si la danza de tus tacones sonaba mejor que las olas,
si sabía a más que esta orilla cenicienta
del deseo náufrago.
Que si los campos verdiocres de Navarra
me recuerdan a tu cuerpo,
no son las viñas cercanas de la Rioja
que en vino y en vano besaban tus labios
a menudo y con pasión;
que soy yo.
Que sí,
anda,
que sí.
Que lo sé.
Que soy yo el culpable.
Desaparece tranquila.
Toma tu camino que yo buscaré el mío
o al menos un afluente o una encrucijada
donde poder pararme a no pensar.
Vete
con tus pechos y repechos,
con tu nombre de sed.
Que ya sé que soy yo el culpable
de esta orilla de sexo.
Desaparece tranquila.
de haberme enamorado de tus ojos,
de haber escrito tantas veces tu nombre
en silencio y en el aire.
Que sí, que sí...
Que soy yo el culpable de haberme emborrachado con tu pelo,
de las noches de besos en invierno
y de las risas
y del mar allá a lo lejos.
Que soy yo, si tu olvido duele,
si nunca dimos con la palabra adecuada,
si la danza de tus tacones sonaba mejor que las olas,
si sabía a más que esta orilla cenicienta
del deseo náufrago.
Que si los campos verdiocres de Navarra
me recuerdan a tu cuerpo,
no son las viñas cercanas de la Rioja
que en vino y en vano besaban tus labios
a menudo y con pasión;
que soy yo.
Que sí,
anda,
que sí.
Que lo sé.
Que soy yo el culpable.
Desaparece tranquila.
Toma tu camino que yo buscaré el mío
o al menos un afluente o una encrucijada
donde poder pararme a no pensar.
Vete
con tus pechos y repechos,
con tu nombre de sed.
Que ya sé que soy yo el culpable
de esta orilla de sexo.
Desaparece tranquila.
No hay comentarios:
Publicar un comentario