Hemos viajado al espacio, hemos
descubierto la evolución, hemos desmigajado el mundo hasta las partículas más
minúsculas, conocemos algo nuevo del Universo cada día y hemos creado todo tipo
de tecnología que ha hecho más sencillas y cómodas nuestras vidas. La ciencia
cada vez tiene más apoyo, tanto económico por parte de los gobiernos como
social, la gente la valora más. No cabe duda de que si saliéramos a la calle y
preguntáramos si la ciencia ha mejorado nuestra calidad de vida la respuesta
mayoritaria sería "sí". En cambio, por dar un dato, la Organización
Mundial de la Salud registra un aumento en el porcentaje de los suicidios del
60% en los últimos cincuenta años, siendo esta cifra incluso mayor en los
países desarrollados. ¿Cómo puede mejorar la calidad de vida y al tiempo
aumentar los suicidios? ¿Quizá estemos haciendo algo mal? ¿Quizá nos hayamos
pasado de la ralla y la ciencia no sea la solución a todos nuestros problemas?
No sé qué diréis vosotros, pero
yo pienso que nos hemos pasado de rallas, que vamos puestos hasta las cejas de
ciencia, como si fuéramos yonkis de una droga barata. Puntualizando que se
salvan de este análisis, aunque no del todo, las ciencias sanitarias (medicina,
enfermería, etc.); por lo demas... que sí, que al principio con Newton, Darwin
y compañía la ciencia estaba muy bien, que entendimos más o menos qué somos, de
dónde venimos y a dónde podemos ir, e incluso
hemos llegado a comprender muchas cosas que han hecho nuestra supervivencia más
sencilla. Pero ahora hemos llegado a un momento en el que estamos más avanzados
científica y tecnológicamente que espiritualmente (no hablo de espíritus, almas
o dioses, sino del sentir de las personas, de sus proyectos de vida, de
felicidad real). Que se descubra un nuevo planeta o se hallen los fósiles de un
nuevo antecesor del ser humano (ya no hablemos de que se invente una tablet en
tres de o un móvil con tecnología veinticuatro ge) no va a mejorar la vida de
nadie.
No niego que el conocimiento del mundo pueda ser una parte necesaria de una felicidad real, pero sí creo que es la menos imprescindible. Y ya no
hablo sólo de suicidios, que es sólo un dato que podría estar afectado también
por otras causas. Hablo de que en el mundo hay miles de muertos cada día por
hambre, enfermedades y guerras. Hablo de estamos cayendo en una decadencia
espiritual, que hay un número ridículamente enorme de personas sin proyectos de
vida, o con proyectos de vida basados en el dinero, que es algo tan vacío que
tampoco los consideraré proyectos de vida. Hablo de personas que trabajan para
disfrutar de un confort del que no pueden disfrutar porque tienen que volver a
trabajar, de personas que no son felices, que no entienden por qué están aquí o
cuál es el sentido de la existencia. La ciencia no puede solucionar el hambre o
las guerras porque los intereses económicos priman en esta sociedad. Para ello
sería necesario cambiar esta mentalidad y encontrarle un sentido a la vida. Y
esto la ciencia tampoco lo puede solucionar. La ciencia sólo puede darnos un
nuevo ordenador con el que achicharrarnos más el cerebro, o descubrir una nueva
partícula elemental tan pequeña que no le va a cambiar la vida a nadie.
Por todo esto llego a mi
conclusión: la ciencia no es la solución. Y como solución propongo que, si bien
no debemos abandonar la ciencia totalmente, deberíamos desviar parte de este apoyo que recibe hacia otros campos
como la filosofía o el arte, que sí pueden buscar, entender y dar un sentido
nuevo y real a nuestras vidas.
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