Un sueño
Trece años, camina hacia el colegio.
Se sienta en su pupitre,
sola y sin amigos.
Pero no le importa, sabe que ese
no es su sitio.
Ama los sueños, sus sueños, sí,
ese es su sitio.
Desde que llega a casa es su único anhelo,
que anochezca,
y con la luna y la noche,
lleguen la cama y los sueños.
Los sueños, sus sueños, eso que tanto ama.
Dragones, héroes y tiranos,
ser princesa en su castillo.
Lo único que anhela más que soñar sus sueños,
es poder vivirlos.
No comprende,
es demasiado joven.
Y otra tarde más llega a casa,
melancólica,
y saluda a sus padres deseando que llegue
la luna y la noche.
Sube a su cuarto y cierra la puerta,
pasan las horas.
Por fin llega el mágico instante, llegan
la luna y la noche y las estrellas.
Ya está entre las suaves sábanas
y la cabeza contra la almohada,
ya está adormecida por la suave brisa
que roza su ventana.
En un último acto consciente,
desea lo de siempre:
soñar y soñar y no despertar.
Pero hoy el sueño es diferente,
quizá no acertemos
llamándolo sueño...
Sólo hay soledad y frío,
oscuridad,
parece una réplica de su vida.
Se adentra más,
ansiosa de encontrar
su castillo, sus ropajes de princesa,
su príncipe, sus dragones,
a la vuelta de esa esquina
o más allá,
al fondo.
Pero no sabe qué es esto.
No sabe que por fin va a soñar y soñar
y no despertar,
porque este es su último y gran sueño.
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