La habitación estaba vacía.
La luz estaba apagada
a excepción de una lámpara de mesa.
Era una noche cualquiera de febrero,
una noche fría y dolorosa.
Bajé la persiana dejando a oscuras
a la brillante luna.
Escribí de espaldas y no hallé
palabras mudas. Parecían huir
poco a poco entre el silencio de la habitación
y el tiempo que se detenía
para dejarme pensar una vez y otra
en una misma figura.
La luz estaba apagada
a excepción de una lámpara de mesa.
Era una noche cualquiera de febrero,
una noche fría y dolorosa.
Bajé la persiana dejando a oscuras
a la brillante luna.
Escribí de espaldas y no hallé
palabras mudas. Parecían huir
poco a poco entre el silencio de la habitación
y el tiempo que se detenía
para dejarme pensar una vez y otra
en una misma figura.
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