No sé qué escribir.
Tengo miedo (vergüenza o como queráis llamarlo)
hasta de contarle mis penas a un papel.
Es bien triste.
El mismo nudo que atenaza
mis garganta al hablar
bloquea mis dedos al teclear
o al escribir.
Es una mierda realmente grande,
la vergüenza humana.
¿Tan difícil era ser sincero?
Pero no, tenemos un miedo
tan enorme al devenir
que las sonrisas se congelan en nuestros labios,
los abrazos se vuelven secos
y los te quiero se los lleva el viento.
Miedo al qué dirán, qué pensarán,
qué harán. Miedo a las sonrisas falsas,
a las palabras de doble filo
y a las esperanzas vanas.
Las decepciones no son agujas en el corazón.
Son piedras que, aún cuando han dejado de doler,
siguen pesando en nuestro ánimo,
lastrando nuestra voluntad.
¡Cuántas cosas perdemos!
¡Cuántas sonrisas sinceras!
¡Cuántas palabras francas!
¡Cuántos abrazos cálidos!
¡Cuántas lágrimas!, corazón, ¡cuántos besos!
Tengo miedo (vergüenza o como queráis llamarlo)
hasta de contarle mis penas a un papel.
Es bien triste.
El mismo nudo que atenaza
mis garganta al hablar
bloquea mis dedos al teclear
o al escribir.
Es una mierda realmente grande,
la vergüenza humana.
¿Tan difícil era ser sincero?
Pero no, tenemos un miedo
tan enorme al devenir
que las sonrisas se congelan en nuestros labios,
los abrazos se vuelven secos
y los te quiero se los lleva el viento.
Miedo al qué dirán, qué pensarán,
qué harán. Miedo a las sonrisas falsas,
a las palabras de doble filo
y a las esperanzas vanas.
Las decepciones no son agujas en el corazón.
Son piedras que, aún cuando han dejado de doler,
siguen pesando en nuestro ánimo,
lastrando nuestra voluntad.
¡Cuántas cosas perdemos!
¡Cuántas sonrisas sinceras!
¡Cuántas palabras francas!
¡Cuántos abrazos cálidos!
¡Cuántas lágrimas!, corazón, ¡cuántos besos!
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