Mucho tiempo hacía
de mi última visita al mar.
Me recibió con una bienvenida fría
como siempre, pero yo ya estaba acostumbrado a ello.
Nunca me dio bienvenidas cálidas,
no era su forma de actuar.
Le gustaba vestirse de una serenidad
calmosa, otras veces de una rebeldía brava,
pero siempre guardaba ese rostro frío e inexpresivo
ante todo el mundo,
quizá un poco menos a aquéllos
(¿sus amigos?) que lo conocían de hace tiempo.
Pero yo lo amaba de todas formas.
A pesar de sus olas de espuma salada.
A pesar de su rostro frío e inexpresivo.
O, mejor dicho, lo amaba aún más por todo ello.
Mucho tiempo hacía
de mi última visita al mar.
Me recibió con una bienvenida fría,
como siempre,
pero noté una lágrima de alegría
por el reencuentro
que brillaba por un instante
saltando desde la sonrisa de una de sus olas.
Le devolví la sonrisa. Y la lágrima.
de mi última visita al mar.
Me recibió con una bienvenida fría
como siempre, pero yo ya estaba acostumbrado a ello.
Nunca me dio bienvenidas cálidas,
no era su forma de actuar.
Le gustaba vestirse de una serenidad
calmosa, otras veces de una rebeldía brava,
pero siempre guardaba ese rostro frío e inexpresivo
ante todo el mundo,
quizá un poco menos a aquéllos
(¿sus amigos?) que lo conocían de hace tiempo.
Pero yo lo amaba de todas formas.
A pesar de sus olas de espuma salada.
A pesar de su rostro frío e inexpresivo.
O, mejor dicho, lo amaba aún más por todo ello.
Mucho tiempo hacía
de mi última visita al mar.
Me recibió con una bienvenida fría,
como siempre,
pero noté una lágrima de alegría
por el reencuentro
que brillaba por un instante
saltando desde la sonrisa de una de sus olas.
Le devolví la sonrisa. Y la lágrima.
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