"Sólo hay una vía de participar en la Historia: actuar como una partícula brillante, siempre idéntica a sí misma, maravillosamente bella y desobediente a todo mandato."
(Yukio Mishima, 'Caballos desbocados')
La noticia había corrido y recorrido las portadas de los medios de comunicación de todo el mundo, con esa misma imagen sobrecogedora, repetida como un eco. Los biólogos no podían explicar cómo ni por qué tal cantidad y variedad de mariposas habían migrado a este lugar particular, en la región de Nara (al oeste de Osaka, Japón), en un claro de un bosque, junto a un pequeño lago, para realizar un ritual suicida en comunión.
Tuve que esperar seis horas y media, desde las siete de la mañana a la una y media, para poder entrar al recorrido de 10 minutos alrededor de los aproximadamente 20 metros cuadrados de mariposas suicidas. Cuando por fin entré, la imagen se abrió ante mis ojos como una herida que rugía y rugía y partía mi cuerpo y desataba esencias que jamás había sospechado que llevara dentro. El rincón de las mariposas suicidas era el cénit del color, como un sol brillantísimo. Dolía mirar y a todos nos lloraban los ojos, había gente incluso arrodillada ante los vanos esfuerzos de los guardias por hacer fluir el tráfico de lágrimas.
(Yukio Mishima, 'Caballos desbocados')
29.04.15
La noticia había corrido y recorrido las portadas de los medios de comunicación de todo el mundo, con esa misma imagen sobrecogedora, repetida como un eco. Los biólogos no podían explicar cómo ni por qué tal cantidad y variedad de mariposas habían migrado a este lugar particular, en la región de Nara (al oeste de Osaka, Japón), en un claro de un bosque, junto a un pequeño lago, para realizar un ritual suicida en comunión.
Una vez se hizo público, los turistas habían perdido la cabeza por viajar a presenciar tal esperpento de la naturaleza. El gobierno japonés había tratado de organizar a contrarreloj un asunto que se le escapaba de las manos, pero las líneas de espera eran de varias horas aún reservando por internet. Todo esto lo escribo en el avión, no he podido resistirme a presenciar con mis propios ojos tal maravilla de la naturaleza vagamente manchada en el papel de periódico.
01.05.15
Tuve que esperar seis horas y media, desde las siete de la mañana a la una y media, para poder entrar al recorrido de 10 minutos alrededor de los aproximadamente 20 metros cuadrados de mariposas suicidas. Cuando por fin entré, la imagen se abrió ante mis ojos como una herida que rugía y rugía y partía mi cuerpo y desataba esencias que jamás había sospechado que llevara dentro. El rincón de las mariposas suicidas era el cénit del color, como un sol brillantísimo. Dolía mirar y a todos nos lloraban los ojos, había gente incluso arrodillada ante los vanos esfuerzos de los guardias por hacer fluir el tráfico de lágrimas.
-Quel triste! - exclamó un niño de la familia francesa que me precedía.
-C'est pas triste. C'est beau - respondí.
No llorábamos porque fuera triste. A nadie le conmueve hoy en día la muerte de una ni de miles de mariposas. Si aquel espectáculo único nos emocionaba era por ser bello como sólo puede serlo la muerte. Porque nos conmueve lo inmortal, lo Absoluto. Aquellas mariposas que dentro de pocos días se pudrirían y serían polvo que sepultaría la tierra, paradójicamente habían trascendido a la Historia del Universo con aquel acto suicida de la más pura belleza. Pues sólo la Belleza es Histórica y Absoluta.