viernes, 5 de junio de 2009

Poemas surrealistas (influencia de "Poeta en New York")


I


El triunfo de las casetas ahogadas en aguas prohibidas,
de los llantos unánimes tras los filos de plata,
de la madrugada tras la crisis de ratones.
De viento en el vino y raíz sin límites
en la ahorcada alcachofa.

Los rifles centellean tras la angustia de cristal
y grita en el cielo el velo blanco abandonado
de una paloma.
Ya no hay más palabras encerradas,
atadas con una cuerda a la oscuridad inexorable
del camino y las amapolas.

Vuelven a caer grisáceos copos de asfalto
sobre la magnitud cerrada del sol verde
y mechones en las dulces aristas de las esquinas
del rumor apagado de los cuerpos secos.


II

¿No van a dormir los pájaros todos a un mismo callejón?
El azúcar habita siempre en iguales rascacielos altos
y la amargura en los bajos barrios.
Qué más da que el horizonte hable en uniforme muerto
si más negro será al alcanzar la hierba y la tierra verde.
En el frío temblor de una mariposa muerta
existe el grito de una mujer abandonada
y su niño embarazado,
existe el ángel sacrificado sobre el cuerpo del miedo
y la ausente sonrisa de la luna
que extiende su ronroneo en la perdida esquina del gato.
La playa lame la orilla de leve gris ceniza
donde los malditos se ocultan en sus calles de cartón
y vuela la espuma blanca del mar sobre abandonados sueños.



III

La fría quietud negra de la mañana se acumula
sobre el fugaz curso del río rojo.
Los secos cuerpos muertos entregan con pasión
su pequeña alma hecha añicos al diablo.
Tras el lejano cristal de perla se oculta,
asustadiza, la leve amapola gris.
En el cielo amarillento el fuego rasga el horizonte sin límites
y brinda a la muerte en una pequeña copa de vino.
Bandadas de cuervos ocultan las ácidas nubes lluviosas
y las olas de incienso empiezan a hacer estragos
en el inexorable avance del amanecer eterno.
Ya no hay peces más allá del mar.

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