martes, 7 de abril de 2015

El ciempiés VI - La chica pintada en la caja de cereales

Fue aquel día en que desayuné, cuando el ciempiés aún estaba aquí, y me paré a observar la caja de cereales corn flakes, estaban pintados los rostros y los hombros de varias personas entre ellas una chica Carmen (ponía debajo) de cabello lacio y oscuro, sonrisa poderosa y pensé que era guapa. Es difícil tratar de explicar el resto mientras Carmen se disuelve lentamente en mi pecho.

La primera imagen. Llegamos a su casa. Comenzamos a desvelarnos, a friccionar y a buscar ciertos paisajes. Entonces mis olas baten su arena, mi luz penetra su ventana y las sábanas revolotean alrededor nuestro como palomas blancas de otra guerra, y en ese preciso instante tumban la puerta los policías al grito de "¡En el nombre de la ley!".

-La ley nunca ha respetado el amor - le susurré al oído desnudo.

Antes de eso habían pasado muchas cosas y han pasado aún más hasta que Carmen se disuelva ahora en mi pecho y pasarán quizás más cuando se separe como el tacto de un cuchillo frío. Ahora ya el futuro se plantea rojo y sin esquinas, demasiado recto, como siempre lo quisimos.

Pero hubo un tiempo en que no fue así, cuando su imagen comenzó a crecer en torno a mi cráneo como una hiedra y no podía dejar de pensar en ella, cuando comencé a buscarla y sólo sabía su nombre Carmen y su rostro pintado en la caja de cereales y desconocía toda España, un millón chicas de su edad. Tampoco fue así cuando nos conocimos y no me creía haber recorrido durante días todas las calles de Madrid y de Barcelona y de al-fin-encontrarte Valencia, gritando su nombre Carmen, enseñando su imagen el recorte de la caja de cereales a los transeúntes, como un loco.

Fue en la noche de al-fin-encontrarte Valencia y aquella chica amable de rizos castaños Olatz que me dijo dónde encontrar a Carmen, cuando aún no sabía que la perseguía el nombre de la ley. Explicar por qué la perseguía el nombre de la ley daría lugar a otro relato y está fuera de lugar, aunque en realidad nunca me lo explicó ni tampoco lo pedí. No es tan raro al fin y al cabo que a alguien le persiga un nombre como una sombra, no ya unos meses sino durante años, y a ella le perseguía el nombre de la ley, a mí su nombre Carmen, hay otros quizás a quienes les perseguirá el nombre de una ciudad o el de una película. En todo caso nunca me lo explicó ni yo se lo expliqué a ella, sólo fuimos de casa en casa, de lecho en lecho, amantes ambulantes.

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