lunes, 18 de agosto de 2008

Diario de un asesino arrpentido - 30 de agosto, 2008

30 de agosto, 2008


Mi anterior asesinato, aunque no había sido peculiarmente difícil de llevar acabo, sí que me había trabajado algo para que quedara "bonito". Sin embargo, el que ahora me proponía, sí que iba a suponer un verdadero reto. Matar al presidente de España no era algo precisamente fácil.

Esta vez no pude investigar y planear todo en el mismo día del asesinato, como había echo en otras ocasiones, sino que me llevó tres días de intenso trabajo llegar al momento de cometer el crimen.

Lo primero que hice fue colarme en la Moncloa para investigar como era por dentro todo, aunque con tantos guardias apostados a las puertas resultó bastante difícil hasta esto. Después, me propuse que lo que no había conseguido observar por dentro lo podía deducir con lógica y observación desde fuera. Una vez sabido todo esto, me dediqué a intentar encontrar, tanto dentro como fuera, salidas de emergencia o cualquier cosa que me permitiera saltar algunos niveles de guardia.

En todo eso invertí dos días, al tercero fue la hora de ponerse a trabajar.

Apenas había amanecido cuando llegué, espiando desde una oscura esquina cercana. Esperé a que todo el mundo estuviera en sus puestos (hubiera tenido menos gracia si me hubiera colado de noche, cuando hay menos personas) y me colé, una vez más ayudado de la especial capacidad de ser muy sigiloso que yo poseía. Salté algunos guardias más valiéndome de esto, hasta que llegué a una "Salida de emergencia" que me permitiría saltarme a algún que otro más. Pasé, aún me quedaba mucho trabajo que hacer fui escondiéndome de los demás guardias, esperando a que hicieran cambios de ronda para entrar... hasta que llegué al último paso antes de entrar al despacho del Presidente. Era ya tarde avanzada y no disponía de mucho tiempo. Sin embargo, esto sería más difícil pues los guardias de la puerta eran más precavidos que los demás, además de ir bien armados. A la puerta llegaban tres pasillos: uno en frente, otro a la derecha y otro a la izquierda. Yo estaba en el de la izquierda, a una buena distancia de la puerta, no veía todavía a los guardias pues debía doblar varias esquinas antes. Coloqué un petardo en el suelo, prendí la mecha y salí corriendo con cuidado de no hacer ruido. Al pasar a lo lejos por el pasillo central vi que, como había planeado, uno de los dos guardias había ido a dónde había explotado el petardo a ver qué pasaba. Dí la vuelta, todavía corriendo pues sabía que tenía muy poco tiempo y me dirigí hacia la puerta del despacho por el pasillo derecha. Sigilosamente, me acerqué a una buena distancia del guardia sin que se diera cuenta de que alguien andaba por ahí y saqué un cuchillo. Sin prisa, calculando y apuntando bien, pero sabiendo que no disponía de un tiempo excesivo, lancé el cuchillo al guardia. Acerté y le dí en el cuello, dejándole tirado en el suelo sin hacer apenas ruido. Después de cerciorarme rápidamente de que estaba muerto, recuperé el cuchillo y le cogí las llaves del despacho. Entré y Zapatero se me quedó mirando, sin saber qué pasaba.

-¿Quién...? -es lo único que le dio tiempo a decir antes de tener mi cuchillo clavado profundamente en su corazón.

Recuperé el cuchillo (siempre me gustaba quedarme con "trofeos" en mis asesinatos) y me dispuse a salir, a lo que hoy llegar al guardia. Le dio tiempo a gritar antes de que una bala de mi pistola le diera muerte.

Salí corriendo de la sala, consciente de que en apenas unos pocos segundos la escena se llenaría de guardias. Intenté ir por las salidas menos frecuentadas, dando largos rodeos, pero aún así me crucé con un guardia que acabó muerto silenciosamente gracias a mi preciado cuchillo. Salí rápida y sigilosamente del edificio y me fundí en las sombras, como acostumbraba a hacer.

Así, satisfecho, abandoné la escena de mi tercer crimen, el más importante por el momento. Además, este sí que había sido emocionante, no como aquellos anteriores. Ahora sabía que mis próximos serían parecidos a este, eran muchísimo más emocionantes y complicados que cualquier crimen normal. Para algo era yo un buen asesino.

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