lunes, 22 de septiembre de 2008

Poemas 3

Estoy sentado en un sillón, en mi consulta, mientras aún recuerdo a mi querida paciente, ya que la cita con mi ultimo paciente me ha resultado algo aburrida. Pienso en ella, mientras espero que todo le vaya bien.

Mientras sigo pensando en ella, me siento inspirado, así que cojo boli y papel y empiezo a escribir:


Amor

Lloro lágrimas de amor,
sentado en la cama,
echando en falta mi corazón,
mi alma, una razón para existir.
Me siento solo, solo
como aquel pájaro al viento
en medio de un océano helado.
Y vacío, como una botella que,
ya usada, se abandona en cualquier lado.
Lloro estos versos
y mis lágrimas se funden con la tinta
creando un río de palabras de amor sin sentido.
Qué más da que se pierda lo escrito,
ella se fue y lo demás no importa.
Que la vida acabe,
el mundo desaparezca
y no haya nada,
yo seguiré llorando.
Puede que estas lágrimas
sean las últimas que hablen de ella,
puede que continúe llorando hasta mi muerte...
y puede ser que ambas cosas sean lo mismo.


Cuando me muera

Cuando me muera,
lloraré por no poder llorar,
reiré por no poder reír.
Sentiré que no siento nada,
que me dan igual aquellos a los que quería,
que me doy igual yo mismo.

Cuando me muera,
gritaré en el silencio de la soledad,
viviré en un mundo de inexistencia,
viajaré por el vacío y llegaré a ninguna parte.

Cuando me muera,
sabré mi propio futuro, es decir, nada;
veré mi esquela en un periódico que no llegaré a leer.
Me contaré chistes sin voz
en mi mente desaparecida
y reirá mi boca, ya perdida.

Cuando me muera,
hablaré conmigo mismo
en un diálogo en el que no diré nada.
Amaré el vacío,
pues no habrá otra cosa en la que depositar mis inexistentes sentimientos.
Sabré que no sé nada.

Cuando me muera,
navegaré perdido por este océano oscuro,
sangrará mi inexistente corazón,
haré infinitas cosas
y no haré nada, no seré nada.


Solo

Solo, en esta ciudad desierta,
sin nadie que me acompañe,
ni una mísera ráfaga de viento.
Ando por estas calles solitarias,
me paro y espero mientras observo
mi alrededor en busca de alguien.
Pero por mucho que ande,
que espere o que observe,
estoy solo, perdido en mí mismo,
en esta ciudad desierta.
En el cielo no hay nubes,
ni tampoco está estrellado,
una inmensa negrura
se alza sobre mí,
haciéndome sentir minúsculo y sin valor.
Creo que me estoy volviendo loco,
hace días que no hablo,
quizá ya no sepa;
me limito a andar, esperar, observar...
intentando perderme a mí mismo,
ya que no encuentro a nadie más.

Navego

Navego en un barco,
sobre el río de mis lágrimas,
un río de recuerdos y sentimientos,
un río por el que mi velero,
descontrolado, navega perdido.
Y así, sin rumbo ni brújula, ya perdido el norte,
llegaré a perderme hasta a mí mismo,
ahogado en mis propias lágrimas,
perdido en mi propio río,
en este infinito vacío.

Le di los últimos retoques y, contento por el resultado, guardé los poemas y salí camino a casa.

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