sábado, 5 de febrero de 2011

¡Volad hacia arriba!



Estamos dando un paseo por el centro. Alguien pregunta: "¿A dónde vamos ahora?". Yo respondo alzando mi dedo índice hacia arriba. Me miran perplejos y repiten: "¿Qué hacemos ahora?". Y yo simplemente pronuncio una palabra: "Volar", señalando aún con el dedo índice hacia el infinito. Me vuelven a mirar perplejos, hacen una extraña mueca y repiten la pregunta. Y yo desisto.

Misma situación repetida millones de veces. Otra variante, quizá, es la siguiente. Estamos en clase. Alguien busca un bolígrafo. Pregunta: "¿Alguien ha visto mi bolígrafo?". Yo señalo hacia el techo con mi dedo índice. Levanta una ceja y repite: "No, digo que si habéis visto mi bolígrafo". Y respondo: "Sí", con el dedo aún apuntando hacia el horizonte blanco y una sonrisa estúpida (de esas que se suelen dedicar a los semáforos). No me responde, pues no lo entiende.

No, nunca lo comprenderéis (igualmente, tengo esperanza de que lo consigáis). No se llega a ninguna parte caminando con la vista en el suelo o, los menos necios, hacia adelante. Pero vosotros os obcecáis como borregos en no ver nada más allá de la calle, del bar de enfrente donde la gente se apelmaza para entrar bajo su cartón de madera podrida. Bajo su inmenso estiércol putrefacto, deshecho, escupido, asqueado. Os obcecáis en saber las mismas cosas de siempre, en seguir engañados con mentiras crueles que duelen vuestros maduros corazones. Creéis en religiones a las que llamáis ciencias y os sentís seguros detrás de su apariencia de verdad. Y desdeñáis cualquier otra cosa, llenos de objeciones, de prejuicios sobre las cosas, de estipulaciones, de normas, llenos de los límites de los números.

Yo, en cambio, los sé comprender igual que comprendo si un unicornio pasa trotando por delante de mi ventana. Y diréis: "Qué hipócrita, se quiere dedicar a estudiar Física". Y os responderé: "Adiós y gracias por jamás haberos conocido, de la misma forma que vosotros nunca me conocisteis a mí". La física, si es que me gusta, es sólo como distracción infantil para mi mente. Una errante forma de explicar un mundo imaginario. Pensar que ocurren cosas que no pasan. Es similar a aquello que llamáis imaginación, ¿no? Yo sé comprender los números, pues cada uno de ellos necesita un cuidado y mimo especial. El 1 es demasiado tímido. El 2, demasiado ambiguo. El 3, demasiado solitario. Los demás números grandes son, como las personas, inútiles. Y queda por decir el 0, el más poderoso y engreído de todos.


Os preguntaréis por qué sé todo esto, quién fue mi maestro (puesto que vuestra mente de personas grandes no sabe entender las cosas de otra forma que como ha de ser). Pero seré bueno, os lo diré. Me enseñó un día un viejo barquero soñador a comprender siempre con el corazón, nunca con la mente. Yo os intento transmitir las enseñanzas, como heredero de tal fortuna magnífica. Y si fallo, pues siempre fallamos en todos nuestros cometidos, no es sino para reemprenderlo con más ganas que nunca, con más imaginación que nunca (excepto quizá, aquella vez, en la Ciudad mágica). Os tomaré de la mano y os llevaré a volar conmigo. Volaremos más allá de los peces sin mar, de los horizontes tranquilos y blancos, más allá de todas las cosas más bonitas del mundo que jamás vimos. Nuestro único objetivo será estrellarnos entre la espuma de plata y el mar.


¡No, compañeros, no miréis hacia abajo! ¡La caída será siempre más dulce si miráis hacia arriba! ¡Hacia arriba!

1 comentario:

  1. Empecé a leer y un gran HIPÓCRITA (con mayúsculas y todo) empezó a nublar mi mente. De pronto, al cambiar de párrafo, descubrí escrita la palabra, aunque vi que no se trataba del mismo significado. Más tarde observé que sí. Aún así, no rechazo la definición que te doy: hipócrita, hipócrita, hipócrita!
    Es una buena sala de estar donde toman el té bastantes de tus ideas... ideas hipócritas

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