sábado, 5 de febrero de 2011

¿Quién soy?



Me preguntas quién soy. Yo sonrío y empiezo a imaginar. Imagino poco a poco todas las cosas que jamás he pensado. Un paisaje de miel perfecto. Un unicornio de agua que apaga el sol con su llanto. Un coche aparcado junto a un olmo seco de cemento. Un pájaro cuadrado que trina entre putrefactas bebidas alcohólicas. Un hatajo de humo encerrado en un saco. Un poco de pan sin miga sobre el asfalto. Una flor deliciosa navegando mi paladar ciego. Tantas historias inacabadas llenas de finales felices desconocidos. Tantas lágrimas sin amor, amor y tantas lágrimas. Tantos ideales inalcanzables, tanta esperanza encerrada con llave. Tanto rigor de nubes inexistentes. Tanta paciencia de hierbajo arrancado. Tanto olvido colmado más allá del vaso, de una lámpara amarillenta sobre un estuche encarnado.

¿Quién soy? La risa cristalina de un pequeño hombrecillo llega hasta mis párpados desde los cascabeles del cielo. ¡¿Quién soy?! Si al menos pudieras preguntármelo. Si al menos supieras que todo lo que creo en realidad es falso y precisamente por eso lo creo: por esperanza (¿remember? HOPE). Me preguntas quién soy. Yo te diré que no creo ser lo que soy, al igual que no creo nada de lo que pienso, nada de lo que hago, nada de lo que digo, nada de lo que creo. Pero, precisamente por eso, por mi esperanza, no tendría sentido preguntarse quién soy sin llegar a un absurdo.

Un absurdo. Yo siempre fui un niño. Aunque mi cuerpo buscara revestirme con paños grandes y viejos. Aunque mi cuerpo grande alguna vez venciera, yo sólo fui un niño que jugaba. Más allá de eso, mi cuerpo es una mentira tan grande como un absurdo, o, si lo prefieres, como mi propio ser. Si busco peonzas rosas, ¡es sólo por divertimento! Un simple juego entre otros tantos. Ver rodar a la peonza rosa y caer de nuevo. Rodar y caer y caer y rodar sobre un campo verde, respirando aire de amapolas. Es sólo otra forma más de engañar a mi estúpido cuerpo grande. Así estamos los dos contentos. Él porque ama, yo porque juego.

Aparte de eso, volviendo al tema, si me preguntas qué soy (o en qué creo, que viene a ser lo mismo), te diré que soy poesía. Lo demás, todo lo demás que puedas ver con tus ojitos azulones, sólo son inventos estúpidos de imaginación aburrida. Pero no pienses que es mala y quiere engañar. Es sólo por dejar tranquilo mi cuerpo, mi pequeña mascota incómoda e inexorable. Calla un momento, creo que está despertando. Silencio, ha abierto un ojo. Vuelve a dormir plácidamente. Bien, por el momento podemos seguir conversando por siempre, amigo.

Poesía. Eso es lo que sugieren mis ojos inventados, acaso, cuando se pierden entre los proyectores de las clases tristes de la mañana. Es lo que sugieren mis párpados cerrados cuando duermo. Algo demasiado complicado de intuir. Profundicé muchas otras veces en este tema. Intenté buscar su esencia en las diferentes cosas falsas. La ciencia, la filosofía, la religión, la naturaleza, las sonrisas, las peonzas rosas y los peluches. Entre ellas, las tres últimas son, sin duda, ciertas. Encierran algo de poesía, ¿verdad? A cada cual más y en orden creciente (primero el 1, después el 2... ¿remember? HOPE). Pero es algo ya demasiado complicado, que se entrelaza y se vuelve a entrelazar. Y rueda, y cae, y gira y gira y gira. Y entonces comprendes que no son todo más que vueltas de una misma peonza (no la peonza rosa, no, esa quedó ya olvidada). 

¡Es para morirse de risa! ¿No crees? Otro absurdo de nuevo. La poesía, por ser lo único en lo que creo, se convierte en lo único que no existe (no hace falta decir que el resto de cosas tampoco, eso ya lo comprendiste). Y, precisamente por eso, paso a quererla aún más, a buscarla más detrás de cada rincón y dentro de cada esquina. Con una sonrisa estúpida de esas que dedico a los semáforos. ¡La risa cristalina de un hombrecillo llega hasta mis párpados desde los cascabeles del cielo! ¡Inocencia de niño pequeño! ¿Por qué todo esto? Por encontrar una clave para nuestra vida, sin duda. Yo ya encontré la mía, ¿remember? ¡Todo gracias a tu ayuda!


Sin más, me despido, deseándote buena suerte en tu búsqueda. Intentaré ayudarte como tú lo hiciste conmigo.

Ahora, espero que tu pregunta haya quedado respondida. ¿Oyes tú también la misma risa que yo oigo? ¡Ja, ja, ja!

No hay comentarios:

Publicar un comentario