sábado, 24 de septiembre de 2011

Un gorrión


Una vez conocí a un gorrión.
¿Un gorrión?
Sí, un gorrión.
Un gorrión pequeñito, minúsculo,
con las alas pequeñitas, minúsculas.
Las agitaba torpemente y resbalaba continuamente
sobre el suelo mojado por nubes mojadas.
Tras aquel primer día, seguí viéndolo todos los días,
resbalón tras caída tras resbalón.
Pero nunca dejaba de intentarlo,
día tras día, fallo tras fallo.

Un día, muy decidido,
le observé avanzar hacia un fuerte precipicio.
Me guiñó el ojo, lanzó una moneda al aire
y, sin esperar a ver de qué cara caía,
saltó al vacío con las alas abiertas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario