martes, 24 de enero de 2012

Esperanza

Atravesé el papel con furia.
No encontré letras detrás, ni palabras
o sonidos con los que rellenar
mis estupideces sin métrica.

Hubo un tiempo en que supe escribir
las palabras bonitas,
las palabras adecuadas a cada instante,
a cada momento.
Sabía encontrar susurros en el viento,
gigantes más altos que árboles de horas rojas
y amapolas doradas sin chicles.
Sabía hablar espuma salada y crear
un mar frente a mí, donde cada ola
traía el recuerdo de un amor (imposible) distinto.
Sabía escuchar a las estrellas y a los niños
y a las gotas de lluvia que repiquetean
en la ventana los días de lluvia
y a los pajarillos que pasan veloces
cantando a la mañana.
No tenía que pensar palabras para escribir
metáforas, imágenes
imposibles sin circunferencias cuadradas
de cemento borracho e impasible.
Pero ahora mis versos son secos,
esculpidos por un verano demasiado largo,
opacos y callados.

¡La ciencia ha corrompido mis entrañas!
¡Ha arrancado de mi ser,
de mis palabras y mis gestos
todas las cosas bellas e inocentes, las pequeñas cosas!
Me obliga a tomar veneno a conciencia,
un veneno que araña
mi voz hasta metalizarla, hasta helarla
en un páramo de fijeza muerta y escrupulosa.
Se introduce en mi cabeza y me hace olvidar
las sonrisas de los semáforos,
las estrellas
y las cartas del barquero.

¡Salvaos vosotros, niños del futuro,
que aún estáis a tiempo!
Sus garras de acero son estremcedoras,
su voz hambrienta provoca vómitos en los cuervos.
Os ahogará poco a poco con su mierda
hasta que estéis muertos
y sólo seáis un robot más de sus campañas electorales.
Ciencia política.
Escuchad al sabio que dijo undía:
"Os escupo en la cara".
¡Vamos! ¡¿A qué estáis esperando?!
¡Escupid antes de que sea demasiado tarde!
¡Corred, corred! ¡Seguid corriendo!
¡No temáis! ¡No miréis atrás!
¡Prometo que llegaremos a un lugar
donde las sirenas bailen,
donde los duendes escriban y canten!
¡Un lugar mejor sin vómito de cuervos,
sin ciencia de cemento cuadrado!
¡Seguid corriendo!

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