martes, 19 de junio de 2012

Las olas

Mis lágrimas son espuma en la noche acristalada
que mece las luces de las farolas.

Hay olas que rompen en mi ventana.
Olas grandes y rugientes, olas de plata oscura.
"Marchad", suplico, la espuma (¿su espuma o la mía?)
forma ya un charco de piedra en el suelo.

Hay olas que se alejan, olas luminosas que se ven
ya pequeñas en la lejanía,
pequeñas aunque sea un gran abismo
el que dejan atrás sus aguas.
"Volved", suplico, alargando el brazo, la mano,
mis dedos. No vuelven. Ya se fueron.

Y aún hay olas que mecen las luces de las farolas,
olas inmóviles, estáticas en su cambio continuo
de encendido a apagado, de luminoso a oscuro,
como si un niño de mano gigante
jugara con el enchufe que conecta nuestros destinos.
Ante éstas guardo silencio. Simplemente,
no hay palabras, no debe haberlas.
Nos observamos. Llevamos ya largo tiempo
observándonos.
Sin que ellas se atrevan a romper o marcharse,
sin que yo decida si alargar mi corazón o murmurar gritando.
Simplemente nos observamos.
Ellas, espuma cambiante, espuma mansa,
en la noche que mece las luces de las farolas.
Yo perdido, olvidado incluso por el azar
entre esos halos donde parpadean y se evaporan mis lágrimas.

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